ARTÍCULOS DE LA REVISTA VITRAL DEL CENTRO DE FORMACIÓN CÍVICA Y RELIGIOSA DE PINAR DEL RÍO. CUBA. AÑO XI. NO. 62 JULIO - AGOSTO DE 2004
Educación Cívica: Nuestros problemas son nuestros problemas. /Dagoberto Valdés Hernández
No busquen fuera lo que pueden encontrar dentro.
No esperen de los otros lo que Ustedes son capaces
y están llamados a ser y a hacer.
No dejen para mañana el construir una sociedad nueva,
donde los sueños más nobles no se frustren y donde
Ustedes puedan ser los protagonistas de su historia.”
(Juan Pablo II, Camagüey, 23 de enero de 1998)
Pudiera parecer que este titular es pura
redundancia. Es una verdad de Perogrullo, es el colmo de la evidencia. Pero
la vida diaria de nuestro pueblo nos intenta convencer, cada vez más, de que
nuestros problemas, todos, son causados por otros.
Al ver la televisión cubana, al leer nuestros periódicos, la justificación
es clara: nuestros problemas no surgen de nuestras propias limitaciones, de
nuestros errores, o por lo menos de nuestra falta de compromiso en su
solución en la mayoría de los casos, sino que son culpa y responsabilidad de
otros, de fuera, de la naturaleza… de todos, menos de nosotros mismos.
Aún más, con frecuencia, ni siquiera se reconocen nuestros propios errores,
ni nuestra crisis económica a la que se llama, eufemísticamente, “período
especial”. No se reconocen nuestras crisis político-ideológicas, a las que
se llama “campañas diversionistas del enemigo” a las que hay que responder
con la “batalla de ideas”. No se reconocen nuestros problemas sociales, a
los que se llama “consecuencias del bloqueo”.
En efecto, si no hay crisis económica en Cuba a causa de nuestros propios
errores de gestión y a la cerrazón al mundo por voluntarismo político… ¿Qué
cosa es esto que dura ya casi quince años y que llamamos “período
especial”?.
Si no hay crisis política e ideológica en Cuba a causa de no enseñar “el
difícil arte de pensar con cabeza propia”-como lo hizo el Padre Félix
Varela- entonces… ¿Qué cosa es lo que se llama “diversionismo”, o
desviaciones extranjerizantes, sobre todo en los jóvenes cubanos?... Y ¿por
qué son tantos los que se quieren marchar de este país? ¿porqué son todavía
más los que “creen” ciegamente que lo de “fuera”, o lo “yuma”, es lo máximo?
Si no hay crisis social en Cuba a causa del paternalismo y del autoritarismo
del Estado que intenta controlar todo y, en su afán de poder, pretende
“resolver” todos y cada uno de los problemas sociales, viendo competencias
falsas y tildando de enemigos a quienes intentan, de buena voluntad,
contribuir a la solución de alguna de esas carencias sociales con soluciones
venidas desde abajo, desde dentro de los propios grupos vulnerables y no con
mesianismos venidos de arriba, entonces…¿Qué cosa es eso que estamos viendo
en cada esquina de nuestra ciudad y en cada barrio, mientras más “adentro”,
peor?
Si no hay crisis cultural en Cuba a causa del cierre de mentes, a causa de
intentar invadir todos los aspectos de la subjetividad de las personas, es
decir, de su alma, y de imponer e inventar “actividades socio- culturales”,
siempre a causa de alguna fecha, o contra alguna “manifestación enemiga” y
no a partir de la creatividad espontánea de las personas, ni de la libertad
del espíritu de los creadores que, según creemos nosotros, y según nos dice
Dios desde el Génesis, somos todos y no unos cuantos iluminados de una o de
otra forma de pensar, entonces…¿Qué cosa es eso que se “baja” en programas
que parten de arriba, de fuera del ambiente propio de los creadores, que
siempre tienen una dimensión confrontativa?.
La cultura no existe si se organiza contra alguien, o contra algo, o contra
otros. Eso no es, ni puede ser, cultura porque parte del odio, de la
confrontación, de la revancha, de la mezquindad… y nada de eso “cultiva a la
persona humana” que es la definición de cultura. La cultura no es, ni puede
ser, un frente de batalla, una tropa de choque, sino un campo de verdad y de
belleza, un sembradío de virtudes. Y las virtudes no pueden, por definición,
servir de “armas” para aplastar a nadie.
La virtud crea fraternidad y forja el carácter de las personas y de los
pueblos. La virtud y el amor fraterno, esos son los auténticos progenitores
de la cultura. La “cultura” que excluye y margina no es cultura. La que
incluye a todos y respeta la diversidad esa es la verdadera cultura. La
“cultura”confrontativa que combate al otro no es cultura. La que es
propositiva y comparte con el otro es la verdadera cultura. La “cultura” que
cierra las bocas y las mentes por el miedo y no dialoga no es cultura. La
que abre primero el corazón y el espíritu, para dar paso libre a la
inteligencia y a la palabra, esa es la verdadera cultura.
En una palabra, la cultura es el cultivo de la verdad y de la belleza, por
eso es tan importante cultivar la transparencia en nuestra sociedad. He aquí
el primer paso para asumir la propia responsabilidad de nuestros problemas.
“Verlos” con la transparencia de la verdad. Ningún problema que exista en
nuestro país depende total y exclusivamente de otros, ni de fuera, ni de los
que se consideran como enemigos. Todos los problemas tienen una parte, o
toda la responsabilidad, de la persona o la sociedad donde ocurre.
La cortina de maniqueísmo que han corrido sobre nuestros ojos y nuestras
mentes los medios de comunicación social en Cuba, y también en ocasiones
otros medios fuera de ella, nos han presentado el mundo absolutamente
dividido en dos partes: una totalmente buena y otra totalmente mala.
Si vemos, por ejemplo, la televisión cubana, todos los males sociales,
económicos, políticos, toda la corrupción, los vicios, y hasta los desastres
naturales, ocurren fuera de Cuba. Si nos guiamos por eso, el mundo está
perdido, es inviable, es irreparable, empeora por días en todos los países,
es un desastre apocalíptico y pronto va a desaparecer por sus errores
insalvables.
Por otro lado, y en esa misma televisión o periódico, todo lo bueno del
mundo está en Cuba, todo lo mejor e insuperable. Aquí no existe ningún
problema grave, todos son leves y aislados, todos son fruto del bloqueo o de
la acción de los otros. Ninguno es reconocido como error propio o de los
organismos, o de las estructuras o del sistema. Este pareciera ser el
paraíso terrenal, pero sin Adán y Eva, porque estos eran seres humanos y
fallaron. Ni la serpiente existe en este Edén, porque el mal, lo que induce
a lo malo está fuera de nosotros.
Esta dicotomía de la realidad que nos presenta una Cuba virtual, cada vez
más lejana de la Cuba real, debe ser superada por la transparencia para que
podamos “ver”, reconocer, nuestros propios errores y asumir que son nuestros.
Así de sencillo y de tremendo. Transparencia en los medios, pero también y
primero, transparencia en las mentes, en los corazones de los cubanos.
Transparencia en nuestras familias, en nuestras relaciones humanas, donde la
desconfianza y el miedo paralizan y no dejan “ver”. Porque “es el amor quien
ve” como dijo un día Martí.
Transparencia en nuestros centros de trabajo y en nuestros barrios, donde
vivimos en la zozobra de quién es quién y qué podrá decir que nos perjudique.
Así no se resuelven los problemas porque en un clima de sospecha, de
desconfianza, de delación, de intrigas y jugar al todos somos policías, no
pueden reconocerse los problemas, porque decir que los hay nos perjudica,
porque decir que son de nuestra responsabilidad nos afecta, porque buscar
sus causas verdaderas nos malea y nos “señala” como enemigos.
Los verdaderos enemigos de nuestra sociedad, y de cualquiera país, son los
que ocultan sus errores y los del país, los que disimulan los problemas para
ver por donde escapan, los que inventan cifras, arreglan informes y usan la
palabra para encubrir la verdad y no para decirla. La mentira nunca sana el
problema sino que lo agrava. La verdad, como el bisturí y la sutura, duele…pero
cura. No hay que temerle al dolor que provoca la verdad, dicha con respeto y
con paciencia, porque si la verdad nos duele, como personas y como nación,
es porque todavía nos queda algo de conciencia y de vergüenza.
La indolencia es la muerte de la conciencia. Si la verdad no duele, ni el
amor que cura duele, algo muy profundo e importante ha muerto en nosotros.
Un daño muy grave ha gangrenado el cuerpo social. Es el daño antropológico.
Es la persona del ser humano quien más ha sufrido, aún cuando tuviera algo
para comer y vestir, y leer y vivir. Si el espíritu de cada persona y el
alma de la nación se ven constreñidos al círculo de una sola ideología, de
una sola religión o de un solo proyecto politico-social, la jaula puede ser
de oro, pero el alma se puede secar.
Gracias a Dios y a las más auténticas reservas morales y espirituales de
nuestro pueblo, Cuba no tiene el alma seca, ni su subjetividad está dañada
irreparablemente. Nada es blanco y negro, ni aquí ni en ningún sitio del
mundo.
Confiamos en ese hondón espiritual de los cubanos, confiamos en su capacidad
de recuperación en momentos de crisis. Su historia lo demuestra, como
también demuestra que siempre ha tenido problemas que eran y son suyos
propios y no de nadie. Ya sabemos que hay influencias externas que pueden
ser dañinas para los que, mal educados aquí, vuelven sus ojos para lo
extranjero como lo mejor del mundo y no han aprendido a querer y mejorar lo
nuestro. No se trata ni de fiebre foránea ni de nacionalismos trasnochados.
Se trata de Cuba, abierta al mundo y el mundo abierto a Cuba como dijo el
Papa. Pero para ello ya sabemos que Cuba tiene que abrirse a sus propios
hijos de aquí, sin excluir, ni presionar, ni encarcelar a ninguno por la
forma de pensar o de creer.
Confiamos en que los cubanos de aquí y de cualquier orilla del mundo,
podremos cultivar estas propuestas y proponer otras mejores. Para solucionar
el “Problema” de Cuba sería necesario:
Primero: “abrir los ojos” para poder ver, analizar, con transparencia y
verdad, lo que está pasando en Cuba. En la Cuba real no en la virtual.
Segundo: “abrir la mente”, educarla, para poder entender, por qué está
pasando y por qué hace tanto tiempo que está pasando y no pasa nada.
Tercero: “abrir la conciencia”, despertarla, educarla en la verdad y la
humildad, en la sinceridad y la justicia, para poder reconocer y tener un
criterio de juicio, por nosotros mismos, sobre quiénes somos los
responsables de lo que está pasando en Cuba.
Cuarto: “abrir la voluntad”, entrenarla, fortalecerla en la perseverancia
racional y emocional, en la constancia de alma, en la forja de actitudes,
para poder emprender la solución, entre todos y desde abajo, de forma
subsidiaria y solidaria, de nuestros propios problemas.
Quinto: “abrir el corazón”, para hacer todo lo anterior con amor de hermanos,
sin odios, ni violencias, para poder reconstruir con el cariño sin miedo,
para poder hacer la nueva República cordial que deseaba Martí, sin la dureza
que a veces tienen las ideologías, ni los sectarismos que a veces tiene la
política, ni la corrupción que a veces tienen las relaciones sociales, sin
el “sálvese el que pueda” del individualismo que tiene la libertad cuando no
viene de la mano con la solidaridad.
Sexto: “abrir el alma”, para que no se nos seque la fe en el mejoramiento
humano, para que nuestra confianza en Dios, fuente de toda virtud y de todo
amor, haga crecer nuestra espiritualidad personal y la espiritualidad de
nuestro pueblo.
Así nuestros problemas serán nuestros y serán resueltos entre nosotros,
todos los cubanos.
Así, nuestros problemas podrán servir para que Cuba sea ella misma y de
todos los cubanos.
Dagoberto Valdés Hernández
(Pinar del Río, 1955)
Ing. Agrónomo. Director del Centro de Formación Cívica y Religiosa y
Presidente de la Comisión Católica para la Cultura en Pinar del Río. Trabaja
en el almacén «El Yagüín», de Siete Matas, como ingeniero de yaguas.