Posted on Sat, Aug. 03, 2002 | |||
Morir en
silencio
L a Habana -- La tinta liviana de la propaganda, la porfía del tono celebrativo y optimista de la prensa oficial, mantiene allá abajo, en las zonas más oscuras de la sociedad, los sonidos de los disparos y el relumbre de los cuchillos. No hay espacio para la crónica roja, no hay reseña de crímenes, ni se ponen en las emisoras las guantanameras, los dramas, las tragedias que día a día tienen lugar en la isla de Cuba. Es verdad, todo es batalla de ideas y lucha política, solidaridad internacional y visitas de amigos y admiradores del proceso, resonantes victorias en las cosechas agrícolas y detalles morbosos de los hechos de sangre que se producen en otros países. La violencia local, las furias municipales, la ferocidad de las peleas en los barrios y las tánganas domésticas nunca han estado en los planes de divulgación de la Comisión de Orientación Revolucionaria (COR). No hay una sola línea para esos episodios, pero ahora mismo, en estas calles con temperaturas de reverbero y en los solares que arden como brasa de carbón, hay una atmósfera que se puede cortar con el filo de una navaja. El rumor de las puñaladas, el eco de los tiros de pistolas y revólveres, discurre como un agua subterránea y de boca en boca se magnifican y perfilan historias de fajazones, pases de cuentas, venganzas por celos y otros sucesos que inducen las pasiones altas. Los sociólogos de barbería, los científicos del dominó de esquina, aseguran que ese ambiente inflamable tiene como elementos importantes el ocio, el desempleo, las peripecias para conseguir el sustento diario, el calor del verano, la molicie, la ausencia de perspectivas y la cerrazón de un modelo político que perdió el norte y no encuentra el sur. La gente sale a resolver y esa palabra casi no tiene límites. Suben los asaltos, ahora también a mano armada, los robos de viviendas, arrebatos de cadenas en pleno día y en plena calle, y los turistas suelen moverse por el país con un enjambre de nacionales que viven del otro verbo famoso y recurrente: luchar. Hay además una suerte de desesperación por vivir con intensidad, por disfrutar los momentos que la vida te pone por delante o tú consigues por tu cuenta y riesgo. Así es que los alcoholes baratos de fabricación casera, la marihuana de cultivos privados, otras drogas que llegan en alfombras mágicas o se imitan con materias variadas, elevan los ardores y el furor de los escenarios de esas contiendas mudas. Se sabe que hace poco en una multitudinaria reyerta de la colonia gay, que tiene su cuartel general en el Parque de la Fraternidad, murió de un tijeretazo un policía, y que un tipo de Centro Habana tiró a su mujer por un balcón, y que a punta de pistola y a cara descubierta dos hombres asaltaron un establecimiento estatal en Rancho Boyeros. En efecto, todos los días y desde todas partes llegan relatos despiadados procedentes de grupos humanos que al parecer no han comprendido que viven y, lo que es peor, mueren en la antesala del país más culto del mundo. © El Nuevo Herald / CubaPress |