REFLEXIÓN-24 DE FEBRERO DE 1999

ARMANDO, CARLOS, MARIO Y PABLO. CONTAGIOSO EJEMPLO.

Queridos hermanos, aquí en vuelo y desde el Punto Mártires, a veintidos millas al norte de la Habana, dedicamos hoy, 24 de febrero de 1999, nuestra presencia y reflexión a la memoria de ARMANDO, CARLOS, MARIO Y PABLO, en el tercer aniversario de su vil asesinato.

Cuatro jóvenes que dieron sus vidas por servir al prójimo con amor y a un pueblo en busca de libertad, que salvaron con su dedicación y su legítima solidaridad humana las vidas de miles a quienes nunca antes conocieron y a quienes nunca preguntaron por su conducta política pasada o ideología presente, y que respetaron y defendieron, ante todo, el derecho a la vida. Jóvenes siempre dispuestos a dar un paso para rescatar la dignidad ajena.

¿Por qué entonces tomar sus vidas? ¿Cuál era su gran amenaza? ¿Qué peligro representaban? ¿Sería acaso el motivo para semejante crimen su valor personal, su compromiso con la verdad, su defensa de los derechos del hombre, y su contagioso amor a un prójimo que sufre y por quienes estuvieron dispuestos a arriesgar sus vidas?

La prédica de amor de estos jóvenes era capaz de inspirar a nuestros hermanos a perder el miedo, a abandonar el escapismo suicida de las balsas como solución a los problemas individuales y a buscar una nueva orientación personal que hiciera posible la solución del problema común, viabilizando así en una empresa colectiva el bienestar de todos. Su integridad y conducta valerosa presentaban un nuevo modelo digno de imitar a la juventud cubana. Tenían el potencial de convertirse en un catalítico espiritual para elevar la virtud de un pueblo. Éste era su gran desafío, un desafío moral de gran peligro a la estabilidad de la dictadura.

ARMANDO, CARLOS, MARIO Y PABLO le estaban enseñando al pueblo de Cuba, con su contagioso ejemplo y con la prédica elocuente de sus vidas, a seguir siempre su forma de pensar, a abandonar la llamada ‘doble moral’, a no tenerse lástima, a trascender el lamento de pasados errores con la lucha cívica, a hacer empresa común ante el problema de todos, a buscar soluciones propias, a cooperar en medio de una gran desconfianza, a confiar un poco mas los unos en los otros, a no fabricar un enemigo mayor de lo que en realidad el verdadero enemigo es, a ver en el prójimo el dolor propio y sentir solidaridad, y a dar generosomente y esperar también amor de los demás. ¡Qué prédica más peligrosa para quienes enarbolan el odio, la envidia y la mentira como instrumentos para dirigir a un pueblo!

Hoy les pedimos a nuestros hermanos algo más que el tributo de un momento fugaz para nuestros mártires. Les pedimos en su nombre el compromiso nacional necesario, hecho por cada cubano, para realizar nuestro destino como pueblo. Dejemos de añorar el sueño del vecino del Norte, en detrimento del propio, a realizarse en nuestro suelo. Destino, que bien entendido, es una patria nuestra en la que son sus hijos capaces de dar generosamente, sin primero medir la contribución del vecino o calcular el beneficio propio.

Armando, Carlos, Mario y Pablo fueron forjadores del sueño patrio. Con sus vidas contribuyeron a darle forma a las aspiraciones de todos los que desean una Cuba que sea, ante todo, cubana. Con su audacia e independencia de pensamiento y con su acción personal antagonizaron también los intereses innobles de hombres mezquinos que actúan dentro y fuera de Cuba.

Nuestros mártires pusieron a prueba al presunto e inexistente compromiso con la libertad y la democracia en Cuba del gobierno de EEUU, muleta que durante 40 años sólo ha servido de falso apoyo a cubanos ilusos y a quienes que de forma escapista han tratado de situar su responsabilidad e iniciativa en hombros ajenos.

Armando, Carlos, Mario y Pablo llevaban aquel día, sobre sus jóvenes hombros, las aspiraciones y la dignidad de un pueblo. Eran parte esencial y portadores del mensaje redentor, de un contagioso ejemplo. Esto no pasó desapercibido tampoco al gobierno de los EEUU. Allí también fueron ellos considerados peligrosos. No eran parte de la ecuación de quienes pretenden desde afuera controlar nuestro destino. Estos jóvenes, simplemente, no tenían precio. Una vez mas EEUU optó por lidiar con un dictador y no con una representación verdadera de nuestro pueblo, a la que nuestros mártires aspiraban.

El gobierno de EEUU le permitió a Castro la solución del problema simplemente cruzándose de brazos ante el crimen, actuando con conocimiento y consentimiento.

Esta es nuestra encrucijada y nuestro desafio: continuar dejando nuestro destino y los cambios necesarios a la interacción de un caprichoso dictador con los intereses extranjeros o abandonar la actitud escapista y suicida y buscar una solución propia. El medio existe. Ya ha sido propuesto y comienza a tomar vida en la Isla. Se llama "Desafio Cívico Nacional". Ante un gobierno que no está dispuesto a cambiar, un pueblo que sí lo está. La lucha cívica organizada está a nuestro alcance. Que cada cubano diga: ¡El cambio soy! ¡Esta lucha es nuestra!

José J. Basulto
Presidente
Hermanos al Rescate