Hermanos al Rescate es una organización pro-democracia de carácter humanitario. Nuestra misión es promover y apoyar los esfuerzos del pueblo cubano, destinados a liberarse por si mismo de cualquier dictadura, presente o futura, por medio de la lucha cívica (noviolencia activa).
Una parte integral de nuestro esfuerzo es salvar las vidas de los refugiados que escapan de la Isla y asistir a los familiares de los presos políticos.
El Desafío Cívico
¿Qué
es, qué no es y por qué lo proponemos?
Proponemos el desafío cívico (noviolencia activa) como herramienta para lograr la disolución del actual régimen en Cuba y la democratización del país de una forma civilizadora y duradera. Creemos que este método puede ser adecuado y suficiente si se basa en un plan estratégico a nivel nacional.
El desafío cívico, usado para la toma del poder político por las fuerzas pro- democracia, se basa en la premisa que el poder político emana del pueblo. Por lo tanto, el mismo pueblo puede asumir el poder al negarle al gobierno la participación, cooperación y obediencia que necesita para poder gobernar. Somos nosotros, el pueblo, los que, de una manera u otra, sostenemos al dictador. Es por ello que insistimos que todos los cubanos podemos y debemos afirmar: ¡El cambio soy yo!
El desafío cívico presume la existencia de un
número de fuentes de sustento, que le dan estabilidad a toda dictadura en mayor
o menor grado y sin las cuales la misma sería incapaz de gobernar, y a la vez
propone un método para socavar dicho sustento.
Estas fuentes de sustento son suministradas por los “pilares de
apoyo”. Estas fuentes incluyen:
autoridad o legitimidad, percepción del balance de poder (gobierno/pueblo);
recursos humanos;
destreza y conocimientos, recursos intelectuales; factores intangibles (psicología, e ideología del pueblo, percepciones, actitudes, etc.); recursos materiales; sanciones (represión); y respaldo exterior.
El método de desafío cívico, que ha sido
ampliamente codificado y documentado por académicos que han estudiado su uso y
efectividad, consiste en la aplicación sistemática, planificada y disciplinada
de diversas tácticas de acción cívica noviolenta destinadas a poco a poco actuar
sobre los puntos débiles de la dictadura para erosionar el sustento al gobierno
hasta hacerlo capitular y sustituirlo por un gobierno paralelo democrático
surgido del proceso.
El desafío cívico emplea tácticas políticas,
sociales, económicas y psicológicas.
Estas tácticas, que comienzan al inicio de la lucha con métodos de
protesta y persuasión mayormente simbólicos y de bajo o ningún riesgo, se
escalan a medida que la unión y el poder del pueblo aumentan y con el
crecimiento de grupos e instituciones democráticas independientes hasta
culminar en campañas masivas de nocooperación y desafío como cierres masivos
por parte de la sociedad, huelgas generales, desafío por parte del servicio
civil y la policía, nocooperación por parte de las fuerzas armadas, marchas
desafiantes y otras actividades destinadas a desintegrar a la tiranía. Algunas de dichas tácticas de lucha son
confrontativas y altamente contestatarias en su naturaleza, requieren tanto o
más valor que la violencia tradicional y se enfrentarán a la represión por
parte del régimen.
El desafío cívico, tanto en sus objetivos como en
las tácticas que emplea, es radicalmente opuesto al pacifismo, inacción o
entreguismo. De hecho, es un substituto
para ambos, la violencia y la pasividad.
Es pragmático al crear una situación asimétrica con la dictadura al no
confrontarla directamente en sus puntos más fuertes: la violencia y represión,
y sistemáticamente atacar sus múltiples vulnerabilidades. Va más allá de los gestos de hostilidad y
denuncia contra los dictadores y persigue el fin de la dictadura e implantación
de un sistema democrático.
·
Progresivamente rompe las ataduras psicológicas
que la dictadura le ha impuesto al pueblo como el miedo, la desconfianza y la
desesperanza.
·
Potencialmente, el pueblo entero, en mayor o menor
grado, puede participar en la lucha cívica para la liberación.
·
Las bajas, aunque potencialmente serias, serán
mucho menores que en un movimiento de resistencia violenta.
·
La lucha requiere recursos económicos
significativamente menores que en una lucha violenta. Estos recursos están a nuestro alcance.
·
La población no sufrirá destrucción física,
como es probable en una lucha armada.
La ejecución del desafío cívico es complicada,
quizás más compleja que la guerra convencional o de guerrillas. Sabemos muy bien que no es fácil, pero,
¿cuál es la alternativa?
HAR ha enviado a Cuba literatura sobre la lucha
cívica, incluyendo una Propuesta de Plan para el Desafío Cívico Nacional y un
detallado Seminario sobre la Lucha Cívica Noviolenta Estratégica. Le pedimos al lector que se informe sobre el
potencial del desafío cívico y que no lo prejuzgue asumiendo de antemano la
omnipotencia de Castro o convalidando la desinformación en el exilio.
·
Un consenso general sobre el uso del método una
vez que este es conocido por los participantes potenciales.
·
Una fase educativa en la que se informa a los
participantes y se seleccionan y capacitan un número de instructores,
comunicadores y líderes con los conocimientos para comenzar la lucha.
·
Es absolutamente necesario formular desde un
principio los objetivos y un plan estratégico para el desafío cívico a nivel
nacional, de carácter público, una especie de contrato cívico entre los
participantes, en lo referente a los pasos a dar en las distintas fases de la
lucha. Este plan analiza exhaustivamente
la situación y es el rumbo a seguir por las fuerzas pro-democracia para poder
trascender del presente al futuro deseado, paso a paso, de una manera
coordinada, disciplinada y efectiva, para que todos los esfuerzos se apoyen
entre si y nos acerquen constantemente a la meta.
Hasta el momento, la mayor parte de las acciones
cívicas emprendidas contra el régimen han sido de carácter limitado y en forma
aislada. Es necesario ponerlos en el
contexto global de la dinámica de la lucha cívica. Los resultados de no formular un plan global para conducir la
lucha, con la flexibilidad y tolerancia necesarias para hacerlo viable, son la
reducción drástica de las oportunidades de triunfar y hasta su
eliminación. Si se dan pasos al azar se
corren muchos riesgos, entre ellos: perder el rumbo al menor contratiempo, a
pesar de quizás haber tenido un éxito inicial; convertir actividades de
confrontación cívica en breves triunfos momentáneos y hasta personales, sin
mayor trascendencia a largo plazo para cambiar la situación; disipar la fuerza
al concentrarse en asuntos menores; actuar a la defensiva; y sostener bajas y
sufrimientos excesivos, sin beneficiar la causa.
El desafío cívico es mutuamente excluyente con la violencia. El usar ambos métodos simultáneamente sería equivalente a poner a remar en un mismo bote de dos puntas a dos hombres, uno en cada banda, pero en direcciones opuestas.
Esta
lucha cívica noviolenta es nuestra, de todos los cubanos
Durante los últimos 40 años muchos de los distintos esfuerzos por llevar la democracia a Cuba por medio de la violencia o la dependencia en terceros, como la dependencia en Washington, han fracasado por múltiples y disímiles motivos. No es nuestro propósito hacer aquí un análisis de estos fallidos intentos. Un factor común es que no constituyeron un instrumento adecuado y suficiente para obtener el fin deseado. También carecían de un plan estratégico a nivel nacional aceptado por los opositores en Cuba y apoyado por el exilio, capaz de contemplar, paso por paso, la ruta a seguir para ir de donde nos encontramos a donde queremos llegar.
Algunos intentos como un magnicidio o un golpe de estado iniciado dentro de las fuerzas armadas, de haber tenido éxito, no hubieran garantizado una transición a la democracia.
El diálogo con el gobierno no funciona porque la dictadura ha demostrado que es inamovible. Consecuentemente, hay que movilizar al pueblo. Creemos que la única solución es una transición a la democracia y no una sucesión a la dictadura, como pretenden imponernos.
Cuando analizamos las posibilidades de la violencia en el momento actual concluimos que los cubanos en la Isla y en el exilio no tienen la capacidad de generar violencia suficiente para derrocar al gobierno por medio de la lucha armada. Les preguntamos a aquéllos que proponen la violencia como solución al problema de Cuba: ¿Con qué recursos cuentan, dónde está el santuario en el extranjero desde donde llevar la lucha armada, dónde están las armas necesarias, qué estrategia proponen, cómo, cuándo, dónde y quiénes van a derrocar al gobierno actual en Cuba y llevar la democracia al país?
Cifrar nuestros esfuerzos y esperanzas en métodos no viables nos lleva al fracaso, frustra la posibilidad de emplear instrumentos factibles y añade al mito de la omnipotencia de Castro.
Le corresponde a nuestros hermanos en la Isla escoger el rumbo a seguir, por razones éticas dictadas por su presencia en suelo cubano, por ser los más directamente afectados por cualquier plan de lucha que se siga y por ser ellos la mayoría de nuestro pueblo. Esto les da el derecho a seleccionar el método más apropiado para conducir la lucha.
La acción cívica es en el presente el instrumento favorito de la
oposición al régimen. El reconocimiento
que hoy día recibe la oposición interna se fundamenta precisamente en que
establecen la legitimidad de su reclamo por vías cívicas de confrontación
noviolenta con el régimen. Sin fuerza
militar alguna fueron Marta Beatriz, Vladimiro, Félix Antonio y René quienes
con su documento “La Patria Es de Todos” han logrado consternar al régimen al
desafiarlo en donde este es más débil:
en su falta de legitimidad.
Al igual fueron en 1996 Concilio Cubano y Hermanos
al Rescate quienes pagaron un alto precio por su desafío al régimen al poner en
entredicho, ante el mundo, la aserción del gobierno de que carecía de oposición
interna y al cuestionar su legitimidad.
El zarpazo del 24 de febrero de 1996 reveló al mundo de forma violenta
la intransigencia de Castro así como su temor a un desafío con potencial para
el éxito, para el cual no tenía respuesta.
Aclaramos que de pronunciarse nuestros hermanos en
la Isla en favor de la violencia, sería entonces nuestro deber apoyarles. Esto ocurrió en la década de los años
sesenta y los que suscribimos este documento fuimos entonces, así como lo
seremos en el futuro, consecuentes con nuestras palabras.
El Deber del Exilio Es Apoyar a Nuestros
Hermanos en la Isla
Nuestros hermanos en la Isla no deben, ni pueden,
seguir el camino hacia la democracia solos, sin el apoyo masivo del exilio.
Descartemos el mismo lenguaje y actitud de odio,
violencia y revanchismo característicos de la dictadura. Miremos hacia el futuro con la nobleza de
espíritu necesaria para unir nuestra nación, con justicia y sin venganzas, y
comencemos ya a deshacer el mal que la dictadura ha hecho, por tanto
tiempo. Creemos una Cuba cubana, para
el bien de todos.
Esta lucha es nuestra, de todos los cubanos.
¡AMEN! LA IGLESIA LO SABE
Por José J. Basulto
En el documento titulado “Cuba Su Pueblo y Su Iglesia de Cara al Comienzo del Tercer Milenio”, hecho público recientemente en Miami, un talentoso grupo de presbíteros de la diócesis de Santiago de Cuba, Holguín, Bayamo-Manzanillo y Guantánamo, hacen una valiente y clara exposición de la situación cubana.
Publicado como material de trabajo, este documento, entre otros temas, describe y responde a las características sociales y psicológicas del hombre nuevo en Cuba, así como los motivos por los cuales la tradicional rebeldía del pueblo ante los abusos del gobierno no se ha manifestado todavía.
Nos solidarizamos y subscribimos este documento, por considerarlo un excelente punto de partida y referencia para la elaboración de planes de trabajo para la lucha cívica, tanto en la isla como en la diáspora. Instamos a nuestros compatriotas y a sus organizaciones a leer y manifestarse, de forma pública, en respaldo a las verdades en él expuestas. Consideramos también necesario que la jerarquía eclesiástica en Cuba manifieste su posición y criterio sobre los temas tratados.
Consideramos que la Propuesta de Plan para el Desafío Cívico Nacional sometida por HAR a nuestros hermanos en la Isla durante el pasado año, así como la literatura para el estudio de los métodos de la noviolencia activa, responden en detalle tanto a las necesidades como a la realidad cubana, expresada en forma coherente y sencilla por los sacerdotes orientales.
Creemos que el documento provee las bases de la concurrencia y entendimiento necesarias para iniciar la busca de una solución, entre hermanos, al problema nacional. Instamos también a nuestro pueblo, en Cuba como en el exilio, a responsablemente asumir el papel de protagonista de su destino, como se lo pidiese Su Santidad el Papa Juan Pablo II a su llegada a Cuba.
HAR espera ansiosamente el día en que cada cubano pueda decir:
¡ESTA
LUCHA ES NUESTRA! ¡EL CAMBIO SOY YO!