Somos nosotros, ahora amparados por
the rule of law , quienes nuevamente reclamamos de la Fiscal General Janet
Reno el proceso legal que nos corresponde como víctimas que fuimos del acto terrorista
del 24 de febrero de 1996. En este infame día fueron ejecutados Armando Alejandre, hijo,
Carlos Costa, Mario de la Peña y Pablo Morales, frente a centenares de testigos a bordo
de un crucero de turistas, en aguas internacionales al norte de La Habana, y por órdenes
directas de Fidel Castro. El crimen permanece impune y sin resolver por haber la
Administración Clinton-Gore actuado ese día con previo conocimiento, consentimiento y
cooperación con el crimen.
Conteste usted, Sra. Reno:
¿Es acaso quien dio la luz verde para
el crimen quien impide ahora la justicia?
¿Hacen falta más de cuatro años para
el encausamiento de un criminal confeso?
¿Habrá que esperar a que usted se
retire de su cargo para entonces también incluirla como cómplice, entre los que
encubrieron el crimen?
Nuevamente, pedimos a todos nuestros
hermanos que se unan a nosotros en reclamar verdad
y justicia para nuestros mártires del 24 de febrero. Ahora, cuando se hace nuevamente
evidente el entendimiento entre Castro y Clinton por el trato dado a nuestro niño Elián
González, se hace aun más necesario desenmascarar a los principales autores y cómplices
del dolor de Cuba, para por este medio también salvar a Elián. Pide a través de otras
organizaciones a que pertenezcas y de amigos en la comunidad norteamericana (los tenemos).
Escribe a congresistas y senadores. Escribe a la prensa. Llama a los programas de radio
(español e inglés).
Querido hermano, ayuda a formar conciencia denunciando la hipocresía legal de la Administración Clinton-Gore. Reclama justicia para nuestros mártires. Es tu derecho y es también tu deber.
La reacción de un
gran número de norteamericanos al caso de Elián González ha provocado, entre nosotros
los cubanos, sorpresa, disgusto, preocupación y hasta una posible enfermiza
interpretación de halago a nuestro éxito colectivo. Nos sorprendemos al percatarnos
repentinamente del desconocimiento y desinterés general que existe en EEUU sobre nuestra
situación como pueblo oprimido, que comenzaron o se acentuaron cuando al terminar la
guerra fría se desvalorizó el dolor cubano.
El comunismo en
Cuba perdió valor estratégico y propagandístico al desaparecer la Unión Soviética,
sin cambiar en nada su naturaleza perversa hacia el pueblo cubano. Para el pueblo
norteamericano el comunismo pasó de ser parte de una gran amenaza a una forma alterna de
vida en un país exótico donde manda un caudillo caprichoso y nada más.
El desangramiento
nacional en forma de éxodo suicida de miles de refugiados cubanos, una vez contenido,
perdió importancia. Las autoridades norteamericanas procedieron a desacreditarlo, de lo
cual gran parte de la prensa se hizo eco, reinterpretándolo como escapismo económico y
convirtiéndolo también en argumento y reproche en contra de la comunidad
cubano-americana, a la que acusan de propiciarlo.
Nos ha tocado
vivir en EEUU bajo un presidente con una agenda privada, cada vez menos oculta, de
acercamiento con Castro. Nos convertimos, como comunidad militante que lucha por el
rescate de la Patria, en obstáculo para dicho acercamiento, incluyendo el levantamiento
de sanciones.
La Administración
Clinton-Gore le permitió a Castro derribar los aviones de Hermanos al Rescate (HAR). El
plan sufre un fracaso táctico al no derribar Castro las tres avionetas, quedando cuatro
sobrevivientes verdaderos del avión que escapa el ataque. El sobreviviente y
testigo que Cuba declara tener en los primeros momentos después del derribo tiene que ser
relegado a un papel de desertor de menor importancia.
A Clinton no le
queda otro remedio que pasar la ley Helms Burton, que aplica con carácter
cosmético. Los HAR siguen volando y acusan por igual a todos los involucrados en el
derribo. Cuba y la Administración Clinton-Gore mienten y encubren el crimen.
Castro y Clinton
continúan buscando remover obstáculos para nuevamente propiciar la apertura de
relaciones y se les presenta una nueva oportunidad, el caso del niño Elián González.
Esta vez la empresa se torna más ambiciosa: el nuevo objetivo es el exilio cubano. Se nos
percibe con demasiado poder; hay que destruir nuestro carácter e imagen. Se hace
necesario para el eje Clinton-Castro desacreditar, vilipendiar y demonizar los 41 años de
contribuciones positivas a EEUU por parte de nuestra comunidad.
El nuevo plan es sencillo. Se nos
confronta con la disyuntiva moral de aceptar el desafío de tratar de salvar a un niño de
las garras de Castro con valentía y limitadas posibilidades de éxito, conscientes de que
encaramos una campaña de descrédito a nivel nacional. Esta campaña nos presenta ante
EEUU y el mundo como una comunidad irracional que trata de separar a un niño de su padre
por un interés estrictamente político, por motivos fundamentados en un odio visceral a
un simple e inofensivo dictador de izquierda, por el que siente un profundo deseo de
venganza.
Ante un gobierno
cómplice de Castro en EEUU y una gran parte de la nación norteamericana malinformada,
desinformada o desinteresada en unos casos y malintencionada en otros, nos vemos forzados
a aceptar una pelea inevitable por motivo de principios, que nos sitúa en una posición
desventajosa y vulnerable ante ambos poderosos enemigos, Castro y Clinton, con sólo la
razón de nuestro lado.
¿Qué factores
conspiran en contra nuestra? ¿Quiénes son los aliados de Castro y Clinton en EEUU?
Primero, la ignorancia generalizada de la naturaleza de la dictadura de Castro y de la
verdadera situación de nuestro pueblo. Segundo, nuestra propia inhabilidad de reconocer a
tiempo el problema y actuar de manera concertada.
¿Quiénes son
nuestros enemigos? Primero, los grandes intereses económicos que perciben o intentan
percibir en Cuba grandes dividendos provenientes de una mano de obra esclava, totalmente
controlada por el gobierno. Estos intereses tienen una influencia decisiva sobre la
Administración Clinton-Gore. A esto se le unen la tradicional izquierda pro-castrista,
las bajas pasiones humanas y el odio en sus muchas formas: el racismo altamente
atrincherado y encubierto por la hipocresía, la xenofobia y la envidia de los mediocres.
Para estos últimos, cualquier alianza es válida en esta nueva cruzada en contra del
éxito de los cubanos.
A veces,
también somos nosotros mismos nuestros peores enemigos, al no reconocer las necesidades
ajenas. Nuestra frecuente falta de humildad y solidaridad humana hacia otros grupos de
nuestra comunidad con verdaderas necesidades insatisfechas de justo carácter humano,
social y legal. Sería bueno que reconociéramos, como punto de partida, que no somos ni
el centro del mundo, ni el pueblo escogido por Dios para nuestra propia gloria, ni el
metro por el cual se mide todo lo demás. Tenemos que sensibilizarnos con los problemas de
otros, para que éstos piensen también en nosotros. Estamos a tiempo para rectificar;
éste no es el final de nuestra joven comunidad.
Este nuevo
despertar nuestro a la realidad política y social que nos rodea debe ser interpretado por
nosotros como una nueva oportunidad en el proceso de nuestro crecimiento, nunca como una
derrota, y ajeno al destino final de Elián, que estará siempre en manos de Dios. Creo
que por primera vez hemos visto a todos nuestros enemigos, así también como a amigos que
anteriormente desconocíamos. Ahora sabemos con quien podemos contar y quienes nos pueden
ayudar para seguir construyendo. Pongamos a un lado a quienes siempre serán obstáculos.
El resultado del caso Elián para nuestra comunidad será definitivamente positivo; el
tiempo así lo dirá.
A quienes se
preocupan por nuestra imagen, sólo puedo decir que ésta no debe ser ni más ni menos que
el reflejo de nuestra propia esencia como comunidad y como nación, con características
muy propias de las que en gran parte nos sentimos satisfechos. Lo demás son percepciones
a veces creadas artificialmente, como en el presente. Las percepciones, como imágenes que
son, están sujetas al flujo y al cambio de las mismas con el pasar del tiempo. Son
también remedio a corto plazo cuando en ellas invertimos mucho tiempo o dinero. El
maquillaje por lo general no sobrevive.
En la medida que
nos es posible, y sin usar recursos que deben ser empleados más directamente en nuestro
objetivo principal, el apoyar y propulsar la transición a una democracia perdurable en
una Cuba cubana, tratemos de hacer un esfuerzo consciente de ganarnos la simpatía de
personas no cubanas de buena fe que están malinformadas, desinformadas o desinteresadas.
Lo trascendental
radica en nuestra esencia interna, en lo que en realidad somos. Eso si perdura. En eso si
podemos continuar trabajando y capitalizar nuestro valor como seres humanos, como
comunidad. Hacemos un llamamiento a la reflexión y a la comunicación honesta con la
comunidad y la nación en que vivimos. Continuemos siendo consecuentes con nuestros
valores de respeto a la verdad, a la ley, al trabajo y a los demás miembros de otras
comunidades, valores que nos han dado los éxitos de todos estos años de lucha en el
exilio y que constituyen el mejor testimonio de lo que realmente somos.
Por José J. Basulto
En mis reflexiones sobre la violenta
partida de Elián, está nuestro dolor por esta víctima inocente, cautivo de la
Administración Clinton-Gore y de la dictadura de Fidel Castro, a través de su propio
padre, por el que estoy seguro siente amor. No olvidaré, entre mis últimas visitas a
Elián, el día que le llevé de regalo una copia del libro El Principito de
Antoine de Saint-Exupéry, para que, si llegaba la ocasión del temido encuentro con su
progenitor, lo pudieran leer juntos.
No anticipé la crueldad usada para
llevarse al niño, aunque tampoco me sorprendió. La Administración, sintiéndose en
desventaja tras el fallo de abril de la corte federal de apelaciones de Atlanta y la
posibilidad inminente de un encuentro negociado de ambas partes de la familia, decidió
usar la táctica del terror para, entre otras cosas, comenzar a romper el espíritu y la
voluntad del niño y doblegarlo psicológicamente. Pensé que quizá podría llevar el
librillo consigo junto a todas las pertenencias que le forzaron a dejar. Firmé la
dedicatoria con mi primer nombre solamente, para evitar convertir la breve y vieja
historia en un nuevo instrumento contrarevolucionario. Con un poquito más tiempo, yo
mismo se lo hubiera leído a Elián y hubiéramos disfrutado juntos del cuento, al sumarse
sus preguntas a las del Pequeño Príncipe, que también hacía muchas.
Para quienes no conocen esta
historia, confieso que la leí a principios del pasado mes durante un vuelo en el cual iba
yo de pasajero. El pequeño libro me lo envió hace ya algún tiempo un miembro de HAR,
Miguel R. Mutona, a quien le agradezco el regalo. Había pospuesto su lectura para un
momento apropiado; escogí el mejor. Sospechaba ya de su profundidad y su título
respondía también al momento como lectura necesaria.
Reza el cuento de un piloto
solitario, que no había tenido en su vida a nadie con quien realmente había podido
hablar. Forzado a aterrizar y permanecer de forma indefinida en un vasto desierto, se
encuentra con un pequeño príncipe proveniente de un pequeño y lejano (sigue)
planeta. La trama se desarrolla entre
el pequeño, valiente, inteligente, independiente, tenaz, bondadoso e inquisitivo
príncipe, llegado a la tierra en busca de una solución para el problema más importante
de su planeta, y el piloto en busca de resolver el problema mecánico de su avión para
sobrevivir. Al final de la historia aparece un tercer personaje, una serpiente (no podía
faltar) que nos conduce al desenlace de la historia, que no puedo contar por estar el
mismo sólo en el corazón de cada lector.
La historia
refleja la necesidad del hombre en la busca de la verdad y el propósito en nuestras vidas
para hacer posible su noble realización, así también como el costo del proceso. Con la
profunda simpleza y sabiduría de un niño, aún desprovisto de prejuicios, vicios, falsos
valores y ataduras materialistas, nos lleva a un secreto muy simple, a la esencia de lo
que es verdaderamente importante. Nos ayuda a sobrellevar aquello que es
difícil cambiar. Provee esperanza y ayuda a mantener el vínculo espiritual en una
separación forzada por circunstancias ajenas a nuestro control. Es buena lectura para un
momento de necesaria reflexión como el actual. La recomiendo para niños de la edad de
Elián, así como de la mía, en busca y reafirmación de identidad, tanto propia como
colectiva.
Al momento de la
separación corpórea, nuestro Principito le dice al piloto: Voy a lucir como si
sufriera. Voy a lucir un poco como si me estuviera muriendo
No vengas a presenciar
eso. No vale la pena
No debiste haber venido. Vas a sufrir. Va a parecer como si
estuviera muerto; y eso no será verdad
HOMBRE DE FE
Hay un modo de servir mejor -y como
más dulce para quien ha de ser servido- que ofrecer el tesoro de la bolsa o de la
inteligencia, el calor de las palabras o el ejemplo, la fuerza de los brazos o del
carácter, y hasta el pecho del amor o de la bella que lo busca.
Hay, digo, un modo de servir, de dar,
de hacer, más hondo y más fundamental, más difícil y más generoso, que más que en
ningún otro hombre del Continente, se da en José Martí: y este modo de servir es creer.
Creer, que es todavía más que amar.
El amor pudo moverlo a servir a la
Patria. Y como a otros, la justicia de su causa, la conciencia del deber y aun la
rebeldía de la sangre joven. Pero a servirla sin cansarse, sin ceder un instante al
desaliento, y contagiando a los demás aquel fervor irresistible, a servir como él
servía, sólo mueve la fe.
Cuando Martí servía a Cuba, creía
en ella, estaba seguro de su destino y de su puesto en el mundo.
Y ante esta certidumbre, jamás
juzgó perdido un solo paso suyo, inútil una jornada, incapaz un solo hilo de tejer la
gran red: Jamás le dolió el esfuerzo sin recompensa aparente, el sacrificio desprovisto
de fin inmediato, la palabra que se dice con sangre y parece que nadie oye...
Martí jamás se queja, jamás
vacila, jamás retrocede.
No sabemos los ríos de amargura que
se volcaron sobre él porque su miel está intacta. Ignoramos qué frío le puso alguna
vez los labios blancos porque todo él es como una ola tibia que tibia llega todavía
hasta nosotros. No nos queda memoria de sus noches de insomnio si las tuvo, de sus días
de soledad que fueron muchos, porque él solo habló y escribió de amor y de esperanza.
No sabemos de él nada que no sea fecundo, pleno, firme, jubiloso.
Él es quien ve nacer los pinos
nuevos tras la tormenta reciente, por bajo de los pinos caídos, cuando casi no han
asomado aún sus verdes puntas a flor de tierra. Él, quien descubre la cosecha de perlas
que da el mar arado por un rejón de fuego.
Y es que solamente creyendo se empuja
a veces la verdad reacia. Solamente creyendo le traspasamos nuestra sangre, le damos
cuerpo vivo más allá de nuestro cuerpo y nuestra sangre..
Y si ya la verdad hubiera muerto,
creyendo aún en ella, le traspasamos nuestra angustia, nuestro grito, para que se levante
y ande.
Dulce María Loynaz